Emergiendo desde un espacio ubicado al sur de las enormes capitales, la narrativa de Santiago Bondel transita por un camino semejante a capas superpuestas de registros cartográficos patagónicos a partir del SXVI.
Cruzando una línea, nos encontramos ante una libra “Soberano” o ubicados junto a un faro derruido a cuyos pies estalla el océano, un recorrido en el que los ritos ancestrales se mezclan con anclajes satelitales o con el policial clásico.
En este territorio plagado de contradicciones, se urde una compleja trama narrativa que, alejada de las modas literarias, se instala como una de las más originales de la región.
Espacios donde el tiempo fluye de manera exasperante solo alterados por la violencia, alternan con los deseos de aventura o la necesidad de ocultarse, para descubrir que pronto habrá que volver a evadirse.
Atravesada por los caprichos de los jerarcas del nuevo orden mundial y por un pasado que se resiste a irse, la Patagonia encuentra en la prosa de Bondel un mínimo hilo de luz semejante al de los faroles a kerosene, luminosidad suficiente para distinguir la humanidad de sus personajes.
Bondel escribe desde la periferia, hecho que dificulta ser advertido por la centralidad de la crítica literaria.
Tal vez por ello, su manera de resistir se corporice en ese fogón del año nuevo ancestral compartido por Robinson y el anciano Sixto, quien evoca detalles de su vida.
Posiblemente, cada leño que se agrega a esa fogata sea una modesta contribución para tratar de iluminar al mundo entero.
Robinson Santana
