Insaciable sed del germen peregrino,
¿quién dará cuenta de esta trashumancia?
¿los bisabuelos cruzando el océano al revés?
pregunta la poeta patagónica desde suelo holandés y atisba una posible respuesta: la errancia se contesta con los sentidos. La delicia púrpura de las ciruelas que crecen con el murmullo del río Limay, Neuquén, se trastrueca en almejas saboreadas con las jotas rotundas del neerlandés a la orilla de las aguas del Rin que atraviesan Wijk bij Duurstede.
Quien habla en estos poemas cruza un océano por amor, pero el punto de llegada no es la persona amada. Como un faro desde el sur, el verso de Macky Corbalán guía la elección del movimiento: “todo lo fijo es de temer”. Tal vez por eso es a la poesía a quien se le hace la pregunta acerca del germen peregrino, pulsión de tránsito, que rebasa el desplazamiento geográfico. La poeta inquiere en el cruce de los dos puntos cardinales –el corazón y los pies– que traza en el poemario. Desde esa condición maleable e inacabada –la única posible que concibe como libertad– engulle, saborea, contempla, ama y escribe.
Silvia Mellado
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