El oficio de geógrafo llevó a Santiago Jimmy Bondel a recorrer buena parte de la Patagonia. No anduvo solo por pueblos y ciudades —donde enseñó y dejó discípulos repartidos, desde Comodoro Rivadavia y la Comarca Andina hasta Ushuaia— sino que exploró caminos y rastretilares borrosos, como Asencio Abejón. A la par del relevamiento minucioso propio de su tarea de investigador, la mirada de Bondel se detuvo en las historias de la gente diversa que habita estas tierras legendarias, a veces marcadas por la marginalidad o el abandono. Tal vez inspirado por Angelino o Borsella, sus relatos reúnen la perspicacia de quien es capaz de oír a los personajes para preservar su verdadera voz, sin afectación, y de observar cada detalle de los lugares en que viven y donde se transforman en baqueanos. La picaresca y la ironía del Quijote se mezclan con descripciones entrañables. Los diálogos cargados de intención y tragedia en la Estancia El Anhelo y personajes fascinantes como Meryem, Teobaldo Medina o Don Fuyo revelan el ojo narrativo del autor, quien percibe sutilmente que a los parias siempre les queda la apuesta y la ilusión.
Cristian Aliaga
